Cada vez es más frecuente leer y escuchar que no se recomienda utilizar los gritos como herramienta para “disciplinar” cuando se quiere modificar una conducta en los niños y niñas. Pero, ¿alguna vez se han preguntado por qué? ¿Será acaso para perpetuar métodos de crianza deficientes que le den a la sociedad adultos débiles que no sepan respetar a la autoridad? La respuesta claramente es no, y la lista de razones es amplia.

Comencemos por algo básico con lo que todos nacemos: los derechos. Según la Ley General de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, ellos tienen derecho a vivir en condiciones de bienestar y a un sano desarrollo integral, además de una vida libre de violencia y a la integridad personal. Los gritos son una forma de violencia psicológica, son maltrato, impiden el sano desarrollo integral y, por lo tanto, representan una violación a los derechos.

También está la perspectiva del desarrollo cerebral. ¿Qué le pasa al cerebro cuando se le grita? Cuando el niño o niña escucha los gritos de su cuidador molesto, se libera una sustancia llamada cortisol – a la que de cariño podemos llamarle “la hormona del estrés” –. Entonces el cerebro pasa de un estado de calma a uno de angustia y sus hemisferios se desconectan, disminuyendo el flujo sanguíneo. Ahora imagina que esto ocurre tres o cuatro veces al día, todos los días, cuando menos lo esperas.

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Recordemos que en la niñez el cerebro aún está iniciando con su proceso de desarrollo. Estar conectando y desconectando hemisferios, dándoles estrés y luego angustia, dejando que la sangre fluya con normalidad y luego no, sólo dañará su ritmo de crecimiento. Un cerebro al que se le grita tiene dificultades para desarrollar su parte frontal. Y justo ahí es donde se ubica la toma de decisiones, la memoria, la atención y la resolución de problemas.

¡Ahora imagina a ese niño recibiendo gritos mientras hace la tarea! ¿Crees que su cerebro va a guardar información? ¿Te va a poner atención? ¿Va a dar la respuesta correcta? Una vez más, la respuesta es no. Y lo verás reflejado en su motivación hacia la escuela, sus calificaciones, sus tareas, su aprendizaje…

Además de todo lo anterior, los gritos también afectan tu relación con él o ella y el tipo de apego que estás construyendo. ¿Hace lo que le ordenas por miedo o porque piensa que tienes razón? ¿Esa conducta que desapruebas ha sido cambiada o solo te obedeció en el momento para evitar esa situación de estrés?

Claramente tu intención no es castigarlo ni darle un mal trato. Por eso estás aquí, leyendo esto. Es solo que parece haber una línea tan delgada entre la forma en que fuimos educados y lo verdaderamente sano y correcto, que podríamos llegar a creer que “un grito a tiempo” es disciplina y que es la única forma de establecer límites. Hoy me complace informarte que no es así, y que sí existen métodos de disciplina afectuosa, respetuosa, coherente y efectiva. Solo es cuestión de estar dispuestos, como adultos, a utilizar nuestro cerebro pleno.

Escrito por: Lic. Mónica Giselle Rodríguez Navarro. — Coordinadora de Programa Educativo, Ciudad de los niños Tijuana.

Autora Blog Cerebro Pleno.